domingo, 19 de enero de 2025

 Me ausenté de la escritura por varios días, aguardando a que se manifestara en mí alguna exigua mota de optimismo que plasmar y no dar un retrato tan lamentable como el que están pareciendo estas sombrías páginas, pero esa acción demostró ser tan carente de propósito como el resto de mi vida. Mis emociones caducan, se pudren y comienzan a apestar. Hago de este lugar un vertedero donde desecharlas antes de que lleguen moscas a cagar en lo poco sano que queda. Antiguos anhelos como el amor hoy me producen hastío. Me da asco soñar. He degenerado a tal estado de descomposición que no soy capaz de ofrecer nada más al prójimo que una profunda repulsión. Me siento un Gregorio Samsa, aunque han sido las cucarachas las castigadas con mi forma y no yo con la suya. ¿Qué puedo pedirle al extraño sino distancia? Necesito espacio para morir sin ser visto. No quiero un salvador: eso también me da asco. Noto que las sensaciones huyen de mí cuando no soy capaz de escribir poesía; no siento nada con la suficiente intensidad para que se me haga necesario dejarlo por escrito, en sentires estrechos no caben las rimas. Ni siquiera escribo sobre la muerte porque ya me da igual que llegue tarde o temprano. Sería demasiado ridículo hacer poesía sobre la carencia de la misma, para eso están los kitsch. ¿A quién pretendo engañar cuando sé sobradamente que la totalidad de mi obra entra en esta categoría? Soy mediocre como humano y como escritor: mediocre como poeta. Debería dejar de malgastar oxígeno.

Entradas populares