lunes, 6 de enero de 2025

 Escribir este diario carece de sentido. Conozco la raíz de todos mis problemas, sé por qué me he resignado o, más bien, acomodado a la vida que llevo. Todo se reduce a la enfermedad mental. Soy consciente en el fondo de que este agujero donde yazco tiene la puerta a un lado, a pocos metros de mí; basta con estirar los dedos para tocar la luz del Sol. Este pozo abyecto no es una condena sino un refugio. La inmundicia resulta tan cómoda que, una vez hundes tu cuerpo, no la quieres volver a dejar. Me engañé para desver la puerta y así dejar de sentir culpa por no salir. Culpé al hoyo cuando soy yo el que no quiere abandonarlo, el que ama el fango en sus paredes y la tierra entre las uñas. Si saliera, tendría que enfrentarme a aquello que me hace diferente: la enfermedad. Mientras me cobije la sombra, puedo culpar al «fracaso», «destino», «sociedad» o cualquier otro ente ficticio de mi situación, porque si creo que el problema de dentro está fuera, podré proteger mi psique. Pero es difícil ocultarte algo de lo que cada vez eres más consciente. Si atravesara la puerta, podría obtener todas esas habilidades de las que carezco; la enfermedad me lo pondría difícil, pero no hay en mí ninguna discapacidad evidente, como la falta de un brazo o una pierna, que me lo haga imposible. La falta la llevo entre las paredes del cráneo. La enfermedad me ata, y hasta cierto punto, la enfermedad soy yo. Está conmigo en el interior de este hoyo, alimentándose de la oscuridad y creciendo, rodeando mis tobillos con sus tentáculos. De salir, la luz del Sol y el aire fresco la dañarían, mas no la matarían; chillaría y se retorcería dentro de mi cabeza, pidiéndome que vuelva al hoyo. Se las arreglaría para hacerme creer que mis piernas, y no las de ella, son las que tiemblan, que mis retinas, y no las suyas, son las que no soportan la luz, que me domina la fatiga y me invade la náusea, que toda superficie es afilada y letal, que todos me observan aguardando la oportunidad de dañarme. Es la enfermedad y no yo la que teme a salir del hoyo, pero como hasta cierto punto la enfermedad soy yo, soy yo el que nunca cruza la puerta.

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